POBRE NIÑA

Siempre me dices que tu amor es puro
y que su llama es bella
que la ilusión que sobre mi formaste
es la ilusión primera
y lloras, si yo lloro, y te entristeces
sin que yo me entristezca
y cuando río, ries, sin que nunca
te augure un mal, mi flema.
Y me llamas tu amor, tu ingenuo amante
tu felicidad ciega
sin que jamás, jamás te desconcierte
de mi amor la bajeza.
¿Acaso crees que yo no veo aquello
que tu quieres que no vea?
¿Juzgas acaso que tu amante es bobo,
es [lelo, o es babieca]?
¿Te parece muger que de ese modo
se engaña ya a cualquiera
haciéndole así ver lo blanco, negro;
la tosca guija, perla?
¿No conoces Leonor que tu desgracia
como raiz se eleva
no a la potencia quinta ni a la octava
sino a la potencia enésima?
¿Acaso es justo hacer que trague el prójimo
lo que tragar no quiera
haciendo viva siempre de esperanzas
y además de apariencias?
Mal lo has pensado, si ganar querías
con tal estratagema
un corazón amante y desprendido
de la volubre [sic] tierra.
Si tus ojos hinchados y perdidos
[…] brillantes fueran,
y fueran tus cabellos casi rubios
de sebo las guadejas,
si tu rostro nefando, de querubes
tomara su belleza
y tu voz del ruiseñor el eco puro
¡Oh pobre niña! fuera,
quizá entonces, quizá mi amor perdido
y mi pura existencia
para atarnos con lazo indestructible
sin acordar te diera.
Pero en tanto, Leonor, pídele al cielo
que aunque eres pobre y fea
un hombre te […] que te lleve
de la mano a la Iglesia.

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