Certamen Musical de Alcoy

Son tantas y de tanto bulto las consideraciones críticas a que se presta el inverosímil juicio que le han merecido al Jurado calificador, las bandas musicales que concurrieron al Certamen; tantos y de tanto alcance los comentarios nada favorables que ha merecido el inesperado fallo, y tan moralmente desastroso el efecto producido en la opinión imparcial y desapasionada por el censurado veredicto, que no puedo avenirme a guardar silencio, siquiera solo puedan servir hoy mis palabras para dar cuerpo y voz a la anónima pero elocuente protesta con que fue recibida la inapelable decisión del tribunal.
Sé por experiencia, que es harto resbaladizo el terreno a que voluntariamente desciendo, y que es dado a sinsabores y percances toda decisión que lleva aparejada el abrojoso tema del personalismo, pero como en casos de ésta o parecida índole, tengo por inveterada costumbre dar a Dios lo que es de Dios, aunque me regañe amostazado el César, no he de faltar a ella por temor a los desdenes de los altos, y a la cháchara de los pequeños. Y como entiendo y presumo, que alguien ha de sentirse molesto cuando descorra ciertos velos, por anticipado le invito a tomar cartas en el asunto, y a llevar su vela en este entierro.
Haré caso omiso por ahora, de las hablillas y rumores que con sospechosa anticipación, pregonaban a los cuatro vientos el resultado del Certamen, y no mentaré hasta que la oportunidad lo exija, la índole, dirección e importancia de los trabajos que prepararon sin duda, el discutido y discutible éxito de las bandas afortunadas. Aunque cabe en todo esto que la acalorada imaginación de los derrotados, abulte los hechos y les atribuya excesiva importancia, no es para despreciarla sin embargo la insistencia de aquellas murmuraciones, que aún continúan zumbando desagradablemente en los oídos de aquellos que solo fiaban en sus propias fuerzas para salir airosos en la lucha.
Conste como indiscutible premisa, que el voto unánime y competente del numeroso público que asistió a la audición de las bandas, adjudicó el primer lugar sin discusión previa a la música “La Paz”, de esta Villa de Benejama. La estudiada y correcta interpretación que dio a la pieza de concurso, la artística delicadeza con que supo detallar los matices que la esmaltan, la precisión matemática que reveló en la ejecución de todos los tiempos, y la sonoridad y afinación de que hizo gala, determinaron aquella espontánea y entusiasta corriente de simpatías que se tradujo en plácemes y enhorabuenas antes de haber terminado el Certamen.
Ni hubo, ni pudo haber en aquellos momentos, estudiadas inteligencias y teatrales entusiasmos; el nutrido aplauso del público se reveló con la espontaneidad propia de los sentimientos que responden a un estado especial de la conciencia. Los gloriosos precedentes de esta banda musical, la obligaban con fuerza mayor a no defraudar las esperanzas de los que vitorearon en el anterior certamen, y con creces debió satisfacerlas seguramente, cuando también con creces fue aplaudida por el público que escuchaba. ¿Qué motivos tan poderosos influyeron en el ánimo del Jurado, para dictaminar en sentido totalmente contrario a lo que todos esperaban? Debe haberlos sin duda, y esta creencia mía y de todos los que siguieron con interés el desarrollo del proceso, es motivo harto suficiente en mi sentir, para que el Jurado sea compelido a explicar satisfactoriamente, si cuenta con razones sobradas para ello, la resolución que dio al asunto.
Lo inesperado en todos los órdenes de la vida, se presta a innumerables explicaciones, pero como solo una de ellas puede ser la lógica, es de esperar que no tarde el tribunal en revelarla, para acallar los rumores y desvanecer las sospechas de los que se sienten burlados.
Creen los individuos que componen la banda de música “La Paz”, que en la ejecución e interpretación de la pieza de concurso, se separaron inmensísima distancia de la interpretación y ejecución que dieron las otras bandas. Si aquella se ajustó en un todo a los cánones del arte, y a lo que resultaba de la partitura enviada por el Jurado –partitura plagada de incorrecciones, erratas y deficiencias-, debió obtener el primer premio, y si nada de esto hubo, el tercer lugar debió destinarse a otra banda digna de mejor suerte. O el primero, o ninguno.
El concepto público insiste en creer que los últimos son los primeros. Demuéstresele con pruebas que no es así, y que fue brillante similar lo que juzgó oro de ley, y estudiándolas y discutiendo su alcance, sabremos a qué atenernos. Mientras no se dé la explicación deseada, la competencia y la imparcialidad del Jurado continuarán en tela de juicio.
Y basta por hoy, pues se continuará.

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