Próxima ya, Señor, de mi partida
La hora fatal, que me olvides ruego
Las veces, ay! En que demente o ciego
Burlé tu ley y desamé tu vida.
Cierra, Dios mío, la profunda herida
Que abrió la culpa en mi, y pues te entrego
De hoy mi ser, y hasta tus plantas llego,
Halle en tu seno la majestad perdida.
Vida y dulzura cuyo amor invoca
La Santa Fe que en mi conciencia late
Pon tu nombre suavísimo en mi boca,
Para que libre el postrimer combate
Con la dura firmeza de la roca,
A la que hiere el mar, pero no abate.
Beneixama, Octubre de 1917.