RECUERDOS DE LA ALDEA

Vi en la ciudad gentileza,
y oropeles y hermosura,
y atavío;
pero no hallé la grandeza,
ni aquella excelsa ventura
que yo ansío.

Vi sus artesones de oro;
vi en ella la carroza
blasonada,
y me aturdió el rumor sonoro
de la multitud que goza
embelesada.

Me tendió redes floridas
el placer con torpes lazos
engañosos;
soñar me hizo fingidas
mil ficciones con los brazos
amorosos;

mas no mi amor fantasea
caricias más fervorosas
y calladas,
que las que aroman mi aldea
con la esencia de sus rosas
perfumadas.

Ni me rinde la grandeza
que cautiva a los donceles
soñadores,
ni me place otra belleza
que gozarme en mis vergeles
con las flores.

¿Qué más que el himno sonoro
que en sus torpes bacanales
canturrea
la multitud, con desdoro,
con las fiestas patriarcales
de mi aldea?

¿Dónde ha de vibrar mi lira
mas gozosa y regalada,
que en la oscura
soledad, donde la inspira
cada aurora una balada
mi ternura?

Festiva su coro alzando,
canta allí mi zagaleja
que enamora,
y el verde seto cruzando
corre alegre tras la oveja
triscadora.

Vibra en murmullos el día;
canta el aura desposada
con las flores,
y es todo el valle alegría
y no hay soto ni cañada
sin rumores.

Bajo un dosel de verdura
columpia el ave su nido
perfumado,
y cuchichea, y  murmura
la brisa leve ruido
por el prado.

La alondra con ágil vuelo,
desde el surco se levanta
donde anida,
y en luz se arrebola el cielo,
y el corazón siente y canta
sin medida.

Un recuerdo es cada piedra
del vallado que defiende
mi morada,
con verde festón de hiedra
que Abril en sus muros prende,
tapizada.

Cuan apacible es la oscura
soledad del hogar mío
siempre honrado!
Visítale la amargura,
mas nunca en pos el hastío
lo ha turbado.

No hay dudas en mis amores,
ni empañan quebrantos graves
su embeleso;
que allí abrojos y dolores
son tan dulces y suaves
como un beso.

Ni envidio a los envidiados,
ni sus sueños ambiciosos
me envilecen;
ni me amargan los cuidados
cuyos goces mentirosos
entristecen.

De orgullo el corazón lleno
la ciudad, ébria de amores
canta y ríe,
mientras viven como el heno
sus grandezas y sus flores
sólo un día.

Silbe[a]n en tropel sonoro
sus indómitas pasiones
los hastiados,
y rinden en culto al oro
sus ansias, los corazones
enviciados;

cruiiente seda vistiendo
ruede hasta el oculto abismo
la hermosura,
y cante o llore sintiendo
de su imprudente cinismo
la locura;

filtre la duda en el alma
con frases de ambar y mieles
sus mentiras;
vibren del error la palma
las plumas, los pinceles,
y las liras,

yo cual ave que enamora,
y el aura en el soto umbrío
balancea,
buscaré siempre la aurora
y el callado vivir mío
de la aldea.

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