DELICIAS DE LA VIDA DEL CAMPO

Sonrie el alba; el sonrosado velo
se incendia en la luz al despertar el día,
y de ella en pos al remontar el vuelo
con ágil gallardía,
la alondra sube desde el surco al cielo.
El céfiro sonoro
Derramando en acordes su armonía,
Galán de los jardines
En cuyo honor concertar su coro,
con aromas y esencias se atavía
de lirios y jazmines;
sus raudales despeña cristalinos
la fuente, salpicando
sus orillas de zarzas y de espinos;
muestran las rosas encendido el seno
su talle cimbreando,
y el hondo cáliz de perfumes lleno
de la brisa en las alas derramando;
en revuelto tropel la turba voladora
batiendo el aire con ligeras alas
deja el seguro de la verde fronda;
se hunde la sombra en el ocaso oscuro
vencida por la aurora, y el cielo rico en luz, y el valle en galas,
de mi cansado espíritu enardecen
la desmayada alteza,
y en tu sano vivir, oh campo ofrecen
renovador afán a mi tristeza.

Cuan grata quietud! Cuán apacible
tu esplendida hermosura,
tu gala inextinguible,
tu varia pompa y tu inmortal ventura!
cuan dulcemente llenas
de sagrado contento y de alegría
sin agrio poso de mortales penas
el afán celestial del alma mía;
y del impuro ambiente
me alejas, que mi pecho ha rechazado,
porque goce mi amor pródigamente
del tuyo regalado
el placer, ni mortal, ni envenenado.

Ésta la vida es! Sabrosa calma
dulcemente adormece mis sentidos,
y en la paz del trabajo goza el alma
en fáciles amores,
ni soñados jamás ni apetecidos,
donde no besan a la aurora flores
las auras al nacer, ni mecen nidos;
ésta la dulce vida que el renovado
caudal rueda sonoro,
derramando en el pecho enamorado
notas y acordes del divino coro,
y ésta aquella armonía
con acorde cadencia siempre arcana
que nace con el día,
y estrofa es soberana
que el hijo del trabajo a Dios envía.

Ésta la vida! Ni es estéril brega
desmaya sus anhelos,
ni en pos de un ideal mentido y vano
avanza y corre ciega,
pues ama que los cielos
a donde siempre su plegaria llega,
sean sostén de su cansada mano.
No es su contento el sin igual bullicio
que el mundo a guisa de canción levanta,
cuando ciñendo de laurel al vicio
su ruin belleza y sus locuras canta;
que es el himno viobrante y cadencioso
que la enramada envía
del cercado vergel y el bosque umbroso,
cunado al son matinal de sus rumores, van despertando el día,
y las fuentes, los nidos y las flores.

Así lejos del mundo que adormece
su viril anhelar en la infecunda
brega del goce, mi esperanza crece,
divina luz me inunda
que ni un punto sus rayos desvanece;
mas arcano placer me aguijonea,
más serena ambición punza mi anhelo,
y hasta en sueños la mente fantasea
el fértil valle en que posó mi aldea,
el claro azul de su sereno cielo,
el tapiz de verdor de sus colinas,
sus bosques de nogales,
sus caminos vallados de cipreses,
sus escondidas fuentes cristalinas
orladas de rosales,
su ondulante alfombra de doradas mieses,
el rumoroso río
que acaricia los muros cuarteados
del viejo caserío,
los fértiles cercados
y el confuso rumor del averío,
y aquel hervor de vida
que en cascadas de luz el Sol despeña,
y es santa estrofa en la oración sentida
que el poeta al cantar balbuce o sueña.

Aquí mi encanto y las delicias mias,
y el quejumbroso viento
empapando el ambiente de armonías,
y el infantil acento
del cefirillo en las oscuras frondas,
y el nido en la espesura,
y en el claro remanso sosegadas
rizando espumas sin cesar las ondas,
y en la feraz llanura
las espigas de granos coronadas,
y en la áspera ladera
numerosos viñedos sazonando
su apretado racimo de corales,
y en tropel bullicioso retozando
tras el viejo pastor los recentales.

Así mi encanto! Cuando el Sol escala con presuroso paso el horizonte,
y a sus besos de luz visten de gala
las praderas, los cármenes y el monte,
siente el alma placeres no gustados,
y más puras a Dios sus preces lleva,
y ajena a sus cuidados
que desmayan su afán, con ansia nueva
toma su cruz, de su calvario emprende
la angosta vía que sembró de flores
el soberano amor, y amor enciende
la alta cumbre de eternos resplandores, y cuando el labio con placer apura
la copa de sus mieles
gusta el alma feliz como dulzura,
la que el áureo panal guarda en sus mieles.

Oh serenas delicias! No desvele
mi sosegado sueño la fortuna
con mostrarme sus vanas ilusiones,
ni en flor el tedio las marchite o hiele
ni esclavo en sus prisiones
desmaye el corazón. Goce sediento
vuestro dulce placer, sin que el hastío
me enerve y desvigore,
sin que en el labio mío
exhale amor su clamorosa acento!
ni triste el alma y apenada llore!
En ti, oh campo, repose el alma mía,
y precie mas tu gloria
que la ruin vanidad de quien porfía
hospedar sus codicias en la historia,
y en tu amoroso seno
goce la calma hasta el postrero día,
tus delicias cantando de amor lleno.

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