(Oda. Fragment. “Blandusia”)
[…]
Allí acicala con labor divina
sus versos cincelados
el cantor armonioso de “Blandusia”
y en áureos moldes que las Gracias forjan
los suyos, Safo, enamorados cuaja.
Allí aguza Marcial sus duras flechas,
y rueda de sus rimas
la onda serena por cristianos cauces
la Musa de Prudencio,
y el verso atildan el florido Tasso,
y el cantor de Beatriz, y el ciego Milton,
y los que beben la fecunda lumbre
con que al Sol arden los risueños valles
del castellano hogar, y en las orillas
de sus ríos enamoran
pulsando el arpa de vibrantes cuerdas
Rioja, Meléndez, Garcilaso, Polo,
el divo Herrera, y los oscenses vates,
y el cantor de Salinas, y la humilde
sierva de Cristo, del Carmelo estrella,
y Lope, Tirso, Calderón, MOreto:
los mimados del númen, los cantores
de la Belleza arcana;
los que trenzaron con laurel y flores
su corona a la Musa castellana.
También del templo de la ciencia velas
de pie el umbral sagrado,
y el vivo fuego que en sus aras arde
con tu alentar purísimo sostienes.
Ruedan allí sus cristalinas ondas
los socráticos ríos y aletean
con sonoro volar los altos sueños
del divino Platón; del sol de Aquino
los fulgores vivísimos esplenden
sobre las cumbres del pensar gigantes;
Newton y Kepler descifran
del orbe el ritmo universal; la ignota senda
del Nuevo Mundo con tenaz audacia
huella Colón, el sueño sorprendiendo
de la dormida aurora;
Linneo canta, Leibnitz se humilla,
Descartes piensa, vence Galileo, y cerrando el cortejo de gigantes
cuya alta gloria al universo abruma,
rey es alzado el inmortal Cervantes
que a guisa de lanzón blande su pluma.
Todo lo abarcan tus nervudos brazos,
del mar el fondo, de la tierra el seno,
de la ancha vega la feraz llanura,
del monte abrupto la profunda quiebra,
y la azul extensión donde fulguran
con vivos resplandores
su encendida pupila las estrellas.
No hay camino en la vida que no huelles,
ni labor a tus fuerzas ignorada,
ni voz en ella en que tu voz no vibre,
ni tinieblas y sombras que no rasgues
con la antorcha vencedora de tus ojos.
Cauces inmensos a la vida abriste,
y a tus pies rueda su caudal sonoro
levantando torrentes de armonía
que son himno inmortal de tu victoria.
Dios te bendijo, y con viril anhelo
la áspera cumbre de la gloria escalas,
que son también tus alas
las que llevan a Dios si amas el Cielo!
[…]
[Blandusia: “Posar la frente, al declinar la tarde / orillas de la fuente de Blandusia” pag. 22, Odas de Horacio –Epístola de Menéndez y Pelayo]