A MI QUERIDISIMO HIJO AURELIO

¡Cuántas noches, cuántas
te he velado enfermo!
¡Cuántas hijo amado,
de pie junto al lecho
llorando he pedido
tu salud al cielo!
¡Cuántas, hijo mío,
tres años intensos
cual dardos mortales
ay triste, me hirieron!
Yo agoté en la lucha
mi ciencia y mi celo;
combatí sin tregua
con fe y con aliento.
¡Y Dios no ha querido
premiar mis esfuerzos!
¡Hágase su santa
voluntad en ello!

De tu madre el llanto
me desgarro el pecho.

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