La novela moderna.

La novela moderna. Cartas críticas, ed. Francisco Compañy, Alcoi, 1886

Fragment 1r

Sin ahondar mucho en esta cuestión, antójaseme soberanamente pretenciosa la civilizadora y cristiana intención docente que con tan buen intento adjudica Vd. gratis et amore al naturalismo, tomando como artículos de fe sus cacareados propósitos pedagógicos, pues si bien es verdad que no se le cae de los labios tan sanísimo y civilizador deseo, no lo es tanto, que se pueda reconocer que fácilmente en sus obras la realización práctica de tan moralizadora tendencia. Desde lo alto de esas cátedras sostenidas por el éxito, sólo caen lecciones de perversión y enseñanzas dignas de las ciudades nefandas; ¡así hallarían los epicúreos de Pompeya, cuando la lava del Vesubio calcinó sus corazones podridos! ¡Líbrenos Dios de Zolas, Daudets y Belots, como maestros de buenas costumbres! ¡Líbreonos Dios de gustar ni aún por curiosidad el fruto envenenado de sus predicaciones!

Fragment 2n

El rápido desencanto que me produjo la procaz osadía pornográfica de Emilio Zola, moviome a odiarle, -literariamente se entiende,- y a encontrar suaves y blandos, como si fueran dados por manos de aristócrata y nerviosa demisela, todos los zurriagazos y azotainas de la crítica. Porque nunca había cruzado por mi magín la idea de que la desvergüenza, el cinismo y el descaro pudiesen atreverse a volcar tanto lodo, tantas impurezas, tantas desnudeces y tantas repugnancias, sobre la paleta del costumbrista parisiense.

Fragment 3r

A nuestra pecadora sociedad, no le place ya ser viciosa a solas y como en secreto; necesita testigos vocingleros; busca y paga con esplendidez, pregoneros de su deshonra y de sus liviandades; quiere añadir el vergonzoso escándalo de la publicidad a la ignominia más vergonzosamente impúdica y liviana de sus concupiscencias. Removiendo con la asalariada, corruptible y corruptora pluma del novelador naturalista el fondo totalmente cenagoso de sus miserias, ha querido y alcanzado que se enturbiasen las cristalinas y potables aguas de la literatura. No es ella la que ha inoculado en sus venas el ponzoñoso virus del naturalismo; encontró a la sociedad enferma, disoluta y pecadora, y respondiendo con criminal complacencia a sus gustos y a sus deseos, por ser sin duda demasiado cobarde para contrariarlos y combatirlos, tomo a pechos y sin escrúpulos de conciencia, la punible empresa de pintar con tintas y colores envenenados.

Fragment 4t

[…] entiendo yo por el contrario, que no es lícito, ni moral ni artísticamente, ocuparse en la exposición de vicio, por no creer que sea ese el camino por donde pueda llegarse con desembarazo al fin altamente moralizador que tal vez se propone alcanzar el novelista. No importa tanto en el estudio clínico de los vicios y las miserias sociales exponer detenidamente los perfiles y detalles y circustancias de su repugnante y conocido proceso patológico, como desenvolver y mostrar las terribles consecuencias de la transgresión. La exposición de vicio, presentando al desnudo ciertos detalles que nuestra malsana y curiosa concupiscencia quiere probar a toda costa, aumentará el número de pecadores; la exposición de sus consecuencias, alcanzará sin duda más fácil y prontamente el deseado fin.

Fragment 5é

Yerran por esta razón necesariamente los que concediéndolo todo a la forma, no dan al espíritu que palpita en las creaciones artísticas toda la importancia a que en realidad tiene muy superior derecho, y yerran aunque no en tanto grado, los que solo ven la belleza en el fondo vivo de la idea que pretenden sensibilizar, teniendo y defendiendo como detalle secundario y liviano la factura artísticamente hermosa del regio manto que a guisa de purpurada veste arroja la fantasía sobre los hombros de su ideal.

Fragment 6é

No cause extrañeza pues, que en vista de todo esto, se hayan sentido precisados algunos gobiernos a prohibir la circulación de las novelas de Zola en nombre de la moral y de la higiene, y en uso del sagrado derecho que asiste a todos los regidores del Estado para promover y amparar la restauración cristiana de sus administrados, tan hondamente amenazados por esos tósigos literarios […].
Yo aplaudo esa medida de alta policía, en nombre de las letras tan salvajemente ultrajadas, de la virtud tan profanamente escarnecida, del pudor befado y puesto en cruz por las pasiones más viles, y hasta en nombre de la cultura intelectual de nuestro siglo. […].
Y concluyo con una observación. Si el África comenzaba un tiempo en los Pirineos, como con galantería francesa escribió el autor de Los Mohicanos bien podemos asegurar a buena cuenta de tan cortés piropo, que en materia de novelas, hay muchos zulús acampados en las orillas del Sena […].
¡Ojala fueran tan altas las cumbres de los Pirineos que, levantándose hasta los últimos límites del espacio y ofreciendo eterna e inescalable valla a todas las invasiones, impidiesen en absoluto la entrada de las ideas, de los vicios, de las costumbres y de los vientos de corrupción que nos atosigan y marean!

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