La elección

“LA ELECCIÓN” 22/11/1868 en El Federal (Valencia). Original en quadern VI.

Cuando una idea nace y se desarrolla fecundada por el suave calor de la experiencia que aleccionó la historia; cuando cien corazones honrados y generosos la patrocinan y defienden con la profunda convicción que inspiran las causas nobles; cuando engalanada con los mayores encantos no teme el parangón con la que un día disfrutara la omnipotencia sobre las demás, lícito nos es asegurar que esa idea es viable, que esa idea es digna de respeto y de estudio a la vez, y que es muy digna de las atenciones del sabio.
Y precisamente en estos días de discusión y de luz, una idea regeneradora elaborada silenciosamente en la oscuridad de una época de fanatismo y de opresión ábrese paso a través de las inteligencias más oscuras, gana el aprecio de la opinión pública, divide la atención de la prensa, salva las fronteras, y recibe de nuestros hermanos de Europa y de América la admiración más entusiasta y el más grande de los aplausos.
Esta idea, concepción verdadera en la teoría y en la práctica, primer paso dado sabiamente en el camino de la fraternidad universal, es la idea de la fraternidad universal, es la idea de la república federal. Hoy que nuestra amada patria, a la sombra protectora de la libertad que ha conquistado, descansa y ve más claro su porvenir, séame lícito exponer mi opinión respecto al futuro poder que ha de regir sus destinos cien veces santos.
Ya huyó de nuestro suelo esa dinastía de déspotas que cifraban su orgullo en la esclavitud del pueblo; con ella huyeron también miserias y horrores, desaciertos y arbitrariedades. ¡Acaso esa dinastía fue tan culpable que mereciera tan singular castigo? Hable la Historia que es imparcial. ¡Por ventura su último vástago y la camarilla que le rodeaba cumplieron las esperanzas de la nación? Hable el país. Pero dejemos sutiles digresiones que en último extremo nos apartarían de nuestros propósitos. Vamos a la cuestión.
Todo país constituido necesita un poder primario del cual dependan los demás en su respectiva esfera de acción; poder que es como el símbolo del unánime consentimiento de la voluntad nacional.
Ahora bien; ¿qué nombre vamos a dar en España a ese poder? Y entiéndase bien que en esta cuestión el nombre lo resume todo: ¿le llamaremos monarquía, y será un rey el representante del pueblo, o república, y lo será un presidente? Más breve; ¿elevaremos otro trono sobre los escombros del que hemos derribado, o alzaremos hasta el Cielo el templo de la libertad, cuya verdadera encarnación es la república? Más breve aun: ¿Tendremos Monarquía o República; Rey o Presidente?
Esta es la cuestión, y su epílogo se podría formular en estas dos preguntas:
¿Qué ventajas nos reportaría la República?
¿Qué inconvenientes la Monarquía?
No necesitamos ponderar la magnitud de la cuestión. Seguramente nuestros juicios serán pobres, quizá errados; pero felices si el óbolo de nuestra inteligencia forma parte del gran hecho de nuestra regeneración.
Monarquía; República; he aquí las dos ideas antagonistas que se disputan el cetro de mando de los pueblos. ¿Rey?¿Presidente? He aquí la representación de esas dos ideas.
Monarquía: sinónimo para nosotros de despotismo, opresión, tiranía. ¿Por qué? Porque la Monarquía tuvo ordinariamente su origen en la fuerza, el prestigio, la astucia, o las riquezas, y jamás las armas, la astucia, la fama y el oro podrán mandar. Porque la Monarquía es y ha sido siempre el antemural do se ha estrellado la libertad de sus pueblos; porque la Monarquía con sus prerrogativas coarta los derechos del ciudadano; porque los reyes no son los verdaderos representantes del pueblo. No, no queremos reyes; no, no queremos Monarquía; detestamos de todo corazón las coronas y los tronos, porque odiamos el favoritismo, el pandillaje y las camarillas, porque no queremos ver el tesoro público a merced de viles agiotistas; porque deseamos libertad, progreso, orden; porque maldecimos la inmoralidad, el despotismo, la depredación.
República: sinónimo para nosotros de bienestar, progreso y libertad. ¿Por qué? Porque la República es consecuencia necesaria de la igualdad que proclama la libertad; porque la República es el estado natural de los pueblos libres; porque la República no puede abrogarse ninguna prerrogativa; porque el Presidente es el verdadero representante del pueblo; porque con la República es imposible el favoritismo y el pandillaje, e imposible de todo punto también el fraude, el agio, la especulación.
Elige, pues, le diremos al pueblo.
Con la Monarquía: pandillas, padrinazgos, inmoralidad, estafa.
Con la República: libertad, progreso, economía, crédito, buen nombre.
La elección en nuestro concepto está hecha: entre lo bueno y lo malo no cabe elección.
La historia de los reyes está escrita con sangre y lágrimas. La de las repúblicas con oro y flores. La historia de los reyes es una cadena de arbitrariedades y despotismos; la historia de las repúblicas es una guirnalda de hechos inmortales. Un rey es como un amo de esclavos: su voluntad ha de ser la de sus súbditos. Un Presidente es un padre: la voluntad del pueblo es la suya.
Los indiferentes dirán que el país ni pide monarquía, ni república; que le es indiferente una u otra forma de gobierno; que únicamente desea un gobierno barato. Y precisamente este argumento nos viene como de molde para apoyar nuestra opinión. Si verdaderamente el pueblo desea un gobierno barato y por lo tanto popular y estamos convencidos de que ese es su deseo, dígasenos ¿qué gobierno es más barato? ¿La Monarquía con sus cuantiosos gastos y su indispensable y costosa falange, sus cesantías, sus sueldos extraordinarios y su camarilla?¿O la República con sus economías verdaderas, y sus nivelaciones, con la supresión de empleados inútiles, con el desestanco de lo estancado, y con su libertad y su progreso? Volvemos a repetirlo; la elección está hecha. La opinión pública que es la verdadera manifestación de la voluntad nacional decidirá en esta contienda de vida o muerte para España.
Acudamos a las urnas, y depositemos nuestro voto; y sea él la expresión de nuestra voluntad; la voz de nuestra conciencia, o seremos impíos y traidores.
Libertad en las elecciones; nada de atropellos ni amenazas. Si con esos medios se lograsen cien votos más, esos cien votos serían otros tantos Judas que venderían al comprador.
No más indecisiones; no más desaciertos.
La historia con sus páginas abiertas nos muestra los inconvenientes de la monarquía y las ventajas de la república; la razón y el sentido común la abonan; elijamos, pues.
Decida el sufragio universal; si la monarquía es solución unánime de la nación, acatémosla; si la república es sancionada por el voto popular en las urnas, saludémosla como radiante aurora de nuestras libertades y como el ángel de nuestra redención.
No olvidemos que España, como ha dicho Víctor Hugo, si renace monárquica será pequeña; si renace republicana, será grande.

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